Fuente: www.elpais.es
Davide Alandete, Jerusalén, 30 May 2013
Jerusalén acoge la polémica Piedra del arcángel
Gabriel, que divide a los expertos sobre la traducción de su texto, entre los
que dicen que anuncia la muerte de Jesús y los que no
“¿Quién eres? Yo soy Gabriel”. Son palabras escritas
en hebreo sobre una tabla de piedra, en la época del segundo templo de
Jerusalén, hace más de 2.000 años, y encontradas durante la década pasada por
unos beduinos en la zona del mar Muerto, en Jordania. Se trata, en esta zona,
del artefacto arqueológico más importante desde los rollos bíblicos
descubiertos entre 1947 y 1956, y se expone ahora y hasta enero en el Museo de
Israel. Es fuente, además, de gran polémica, porque una sola línea, borrosa y
difícil de leer, traducida de formas muy distintas, avanza o recoge para
algunos estudiosos la muerte y resurrección de un mesías que puede ser Jesús de
Nazaret.
La Piedra de Gabriel. / [AUTFOTO]Collection Jeselsohn / Bruce Zuckerman
Se trata de un artefacto insólito porque presenta un
texto escrito con tinta sobre una roca, que, atendiendo a su superficie,
permaneció siglos semihundida en el suelo, probablemente en una caverna o lugar
cubierto. Sus 87 líneas, de las que solo se puede leer un 40%, narran la
aparición del arcángel Gabriel a una figura humana, a la que le advierte de la
destrucción de Jerusalén. “Pronto todas las naciones lucharán contra
Jerusalén”, asevera. El segundo templo fue destruido por los romanos en el año
70 de la nueva era. Gabriel se identifica por nombre en tres ocasiones en el
texto.
Ese arcángel aparece por primera vez en el Antiguo
Testamento en el Libro de Daniel,
de contenido apocalíptico. En el Evangelio
de Lucas es el encargado de anunciarle a María que su hijo será
Jesucristo. El Corán se refiere a él, con el nombre de Yibril, como la entidad
celestial que le revela el verbo divino a Mahoma. En la nueva exposición en
Jerusalén se muestran referencias al arcángel en antiguas ediciones de esos
libros sagrados, desde una Biblia en hebreo manuscrita en Burgos en 1260 a un rollo del mar
Muerto de hace dos milenios.
“En realidad, la roca es un rollo del mar Muerto pero
sobre piedra. Sigue la misma técnica de escritura, de líneas y columnas, y también
está confeccionado con tinta”, explica Adolfo Roitman, comisario de la
exposición, titulada Yo soy Gabriel.
“Es una muestra de que las palabras son eternas, frente a las ruinas de
edificios de aquella época. La palabra se mantiene en el tiempo”.
Es, además, capaz de generar controversia inacabable.
En este caso, por la línea número 80 de la piedra, incompleta. Habla de un
plazo de tres días, y contiene una referencia al futuro. En 2007 el profesor y
jefe de estudios bíblicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén Israel Knohl se
aventuró a avanzar una traducción: “En tres días vivirás”.
Aquello convulsionó el campo de los estudios
bíblicos. ¿Existía un texto religioso posiblemente anterior a la era de
Jesucristo que avanzaba el concepto de la resurrección de un Mesías? ¿Contaban
los primeros cristianos ya con un paradigma previo, que establecía que el hijo
de Dios en la tierra resucitaría en un tercer día? ¿Acaso eran el Mesías y su
regreso al mundo de los vivos parte de la tradición judía y el cristianismo la
hizo suya?.
En los años pasados ha habido investigaciones,
simposios, debates e infinidad de artículos escritos sobre las tres palabras
hebreas en la roca. Knohl ha cambiado de idea sobre la traducción. Ahora acepta
otra, más literal: “En tres días el signo será dado”.
“Aun así, creo aún que el texto se refiere a una
nueva alianza para el pueblo judío, un nuevo testamento para Israel”, explica
Knohl a este diario. “En la piedra se habla de la liberación de Jerusalén, de
tres días, de alguien que asciende al cielo. Gabriel dice luego que lleva a
alguien al cielo, y eso se conecta de algún modo con la tradición mesiánica. Se
puede entender como una fuente para la tradición cristiana”, añade.
La piedra la adquirió el anticuario Ghassan Rihani,
que tenía tiendas en Jordania y Reino Unido. En este último país la compró el
coleccionista suizo-israelí David Jeselsohn. La ha cedido ahora temporalmente
al museo israelí.
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